Las manecillas del reloj del Palacio de Cortés, fijas a las 13:15 horas desde el sismo del 19 de septiembre de 2017, volvieron a registrar el tiempo y a esa misma hora se escuchó nuevamente el tic-tac.
El torreón, un elemento arquitectónico, fue intervenido desde el 13 de junio de 2018 por un grupo de restauradores y personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y como parte de la reconstrucción retiraron una cantidad de cemento y ladrillo, por lo que su peso pasó de 44 toneladas a 2.5 toneladas por cuestión de estabilidad.
El delegado del INAH, Víctor Hugo Valencia Valera, expresó que el torreón es símbolo de la historia que permanece viva ante el desastre y aunque reconoció que los trabajos se prologaron durante casi un lustro, dijo que ahora permiten devolver a la ciudadanía de la capital morelense el tic-tac que siempre había acompañado su cotidianidad.
Hace casi cinco años la fuerza del movimiento telúrico ocasionó que la mitad del torreón sufriera severas fracturas al grado que el desplazamiento fue de más de 30 centímetros de desplome, por lo que durante los trabajos se reforzaron los espacios destinados para las carátulas para evitar algún incidente.
Valencia Valera recordó que el torreón fue colocado en 1910 para celebrar el primer centenario de la Independencia.
Por su parte el arquitecto Fernando Duarte Soriano señaló que el torreón se construyó con deficiencias en puntos de anclaje, por eso durante el sismo de 2017 se comportó “como un salero encima de una mesa que es removida”.
Explicó que, debido a los desplazamientos del edificio histórico, el torreón tuvo problemas estructurales en su base, ya que estuvo sometida a esfuerzos de torsión. “Esto se tradujo en tres fallas cortantes: en su base constructiva, en la base del reloj que estaba apoyado en cuatro puntos con una estructura metálica (más las oquedades de las carátulas), y una última, a nivel de la cubierta y la decoración sobresaliente”.
Y a fin de prevenir un colapso, se hizo el desmantelamiento controlado de este elemento cilíndrico –de 2.84 metros de diámetro y más de seis metros de altura–, que originalmente se edificó con materiales como piedra braza (de origen volcánico) y tabique rojo, mientras que la cantera labrada se utilizó para los elementos decorativos de su parte superior, explicó el arquitecto.
En el marco de la presentación del proyecto de reintegración del torreón como ícono de resiliencia del 19-S, también se inauguró la exposición “Las horas de la ciudad” la cual muestra un reporte fotográfico del armado, así como hallazgos que tuvieron lugar durante la intervención, entre los que destaca una piedra prehispánica con el bajorrelieve de un lagarto.